viernes, 22 de junio de 2012

Nuestro Hogar

Película que eleva el alma


...Para entender nuestro origen, nuestra mision en la tierra y dar respuesta a la pregunta que tantas veces nos planteamos ¿ Hay vida despues de la muerte?...:


domingo, 4 de marzo de 2012

Camino hacia la Sabiduria

¿Como nos daremos cuenta de que estamos en el camino hacia la verdad y la sabiduria?

Casi todos los que lo han encontrado nos hablan de las mismas señales vivenciales:

  • descubrimiento de una absoluta paz interior,
  • transformación profunda que no ha sido buscada ni esperada,
  • cambio ascendente y permanente de nuestro nivel de conciencia,
  • certeza de unidad que trasciende a la persona,
  • marcado aumento de la alegría.
(Libro Shimriti, De la ignorancia a la sabiduraia, Jorge Bucay)



viernes, 24 de febrero de 2012

¡CORRE, PATTI, CORRE!


Patti Wilson era todavía muy pequeña cuando su médico le dijo que era
epiléptica. A su padre, Jim Wilson, le encantaba salir a correr cada mañana. Un
día, en su adolescencia, ella le sonrió y, a pesar de su dispositivo ortopédico, le
dijo:
—Papá, me encantaría salir a correr contigo todos los días, pero me temo
que me darían calambres.
—En ese caso, sé lo que podemos hacer, de modo que ¡adelante!
Y eso era lo que hacían todos los días. Para ellos era una experiencia
gratísima de compartir y ella no sentía absolutamente ningún calambre
mientras corría.
—Papá —confió a su padre después de algunas semanas—, lo que en
realidad me gustaría es superar el récord mundial de fondo en categoría
femenina.
Él se fijó en el Libro Guiness de los récords y comprobó que la mayor
distancia que había corrido una mujer eran unos 128 kilómetros. Nada más
comenzar el curso en la escuela secundaria, Patti anunció que iba a correr desde
el condado de Orange hasta San Francisco, una distancia de 644 kilómetros.
—El próximo año —continuó—, pienso correr hasta Portland, Oregón, 2400
kilómetros. Cuando comience mis clases en la universidad correré hasta San
Luis, unos 3200 kilómetros; y cuando termine mis estudios correré hasta la Casa
Blanca, más de 4800 kilómetros.
A pesar de sus problemas físicos, Patti era tan ambiciosa como entusiasta;
decía que, para ella, su epilepsia no era más que un simple «inconveniente». No
se concentraba en lo que había perdido, sino en lo que le quedaba.
Ese año terminó su carrera a San Francisco con una camiseta que
proclamaba «Adoro a los epilépticos». Su padre corrió junto a ella desde el
primero al último kilómetro, y su madre, enfermera, los siguió en una caravana
por si a alguno de los dos les pasaba algo.
En su segundo año los compañeros de clase de Patti fueron tras ella.
Habían preparado un gigantesco cartel que decía:
entonces, esta frase es su lema y además el título de un libro que ha escrito. En
su segunda carrera, mientras iba corriendo hacia Portland, se fracturó un hueso
del pie y un médico le dijo que debía abandonar porque, de no inmovilizar la
fractura, el daño sería permanente.
—Doctor, usted no me entiende —fue su respuesta—. Esta carrera no es un
simple capricho, ¡es una obsesión magnífica! No lo hago simplemente por mí,
sino para romper las cadenas cerebrales que limitan a tantas personas. ¿No hay
manera de que pueda seguir corriendo?
Entonces le dio una opción. Le dijo que en vez de un vendaje de escayola
podía hacérselo con venda adhesiva, pero le advirtió que sería increíblemente
doloroso. Patti le dijo que lo hiciera.
Terminó la carrera a Portland corriendo los últimos 1500 metros con el
gobernador del estado de Oregón. Tal vez hayáis visto los titulares: «
corredora Patti Wilson termina el maratón para epilépticos el día que cumple diecisiete
años
Tras haber pasado cuatro meses corriendo casi continuamente de la Costa
Oeste a la Costa Este de los Estados Unidos, Patti llegó a Washington para
estrechar la mano del presidente de los Estados Unidos, a quien dijo:
"la gente supiera que los epilépticos somos seres humanos normales que llevamos una
vida normal"
No hace mucho, conté este episodio en uno de mis seminarios y después un
hombrón se me acercó, con los ojos llenos de lágrimas y tendiéndome su recia
manaza, para decirme:
—Mark, soy Jim Wilson, y acabas de hablar de mi hija.
Me contó que, con sus nobles esfuerzos, Patti había conseguido reunir el
dinero suficiente para abrir diecinueve centros para epilépticos repartidos por
todo el país.
Si Patti Wilson es capaz de hacer tanto con tan poco, ¿qué no podréis hacer
vosotros, los que estáis perfectamente bien, para superaros continuamente
como ella?
Mark V. Hansen (Libro Sopa de Pollo para el Alma)